Ser dirigente > Perfil

Rigor

Honestidad

Espíritu de servicio a los demás

Capacidad de trabajo

Capacidad de observación

Ingenio

 

 

 

No es lícito perdurar, apoltronados, en nuestro estatus de dirigentes rehuyendo el enfrentamiento a propósito de actuaciones políticas o de otras organizaciones sociales que van en contra de los fines perseguidos por nuestra organización.

 

 

 

Perfil de un dirigente social


 

Me voy a fijar fundamentalmente en el perfil de un dirigente de la sociedad civil, aunque mis reflexiones también son válidas para el mundo de la política u otros ámbitos profesionales. No obstante, los dirigentes políticos que actúan en primera línea se dedican en exclusividad a esa labor y cuentan con unos recursos y una infraestructura que amortiguan u ocultan sus errores, incapacidades o mediocridades, cuando las hay. No ocurre lo mismo en la multitud de asociaciones que han proliferado en nuestra sociedad democrática, estando llamadas algunas de ellas a ejercer un liderazgo social reconductor de la acción política y formador de la opinión pública. Los dirigentes de estas asociaciones actúan a pecho descubierto y deben ser muy concienzudos en su trabajo, que además deben compatibilizar con otras tareas.

Sin duda existen otras muchas cualidades que deben conformar la naturaleza de un dirigente social. Yo señalaré aquí las que me parecen más significativas.

Rigor. Cumplir exhaustivamente con la propia normativa de la asociación en cuestión y ser él el primero en someterse a ella, es uno de los aspectos esenciales que perfilan a un buen dirigente. También el rigor es necesario a la hora de organizarse el tiempo y el trabajo. Es muy frecuente, sin embargo, encontrarse con dirigentes poco o nada rigurosos que no prestan importancia ni a las cuestiones que pueden parecer más nimias, como retrasarse o faltar a una entrevista concertada, ni a las más trascendentes como cumplir con los estatutos de la asociación. (Anécdota: "la asociación fantasma")

Honestidad. Es fundamental que un dirigente sea honesto consigo mismo y con los demás. A mi modo de ver, esto se consigue manteniéndose fiel a la verdad, que no depende de las coyunturas favorables. Es muy frecuente en nuestros días encontrarse con personas que van haciendo depender sus manifestaciones y acciones de las circunstancias del momento. Siempre optan por aquello que les puede reportar más beneficios personales o profesionales, o por mantener su estatus de poder o su prestigio ante los demás. A veces puede ser eficaz para conseguir un objetivo diseñar una estrategia prudente que nos lleve a actuar midiendo los tiempos. Pero esto no está reñido con la honestidad. La falta de honestidad no sólo es una lacra social que nos hace desconfiar unos de otros, es también un germen de confusión y hostilidades en el seno de las asociaciones. Además, siempre debemos tener en cuenta que el fin no justifica los medios.

Espíritu de servicio a los demás. Un dirigente que no esté mentalizado de que su actividad sólo será positiva si la pone al servicio de los demás, no será un buen dirigente. No es lícito utilizar para nuestros propios fines la organización en la que estemos inmersos. Si se tiene un interés personal debe ser advertido y reconocido ante el resto de miembros de la junta directiva. Aun siendo así, para convertirse en legítima nuestra participación todavía debe darse otra condición: que nos entreguemos en cuerpo y alma a la actividad propia de la asociación, no sólo a aquella en la que tenemos un interés particular.

Capacidad de trabajo. En las asociaciones basadas en el voluntariado es fácil no poder abarcar todo el trabajo que se origina. Sin embargo, las cosas importantes no se pueden quedar sin hacer. Los dirigentes, y en último extremos el propio presidente, no se pueden excusar de acometer aquellas cuestiones más trascendentes para la organización. Una comparecencia oportuna ante los medios de comunicación, la presentación de enmiendas a una normativa en el consejo escolar, el diseño de un anuncio publicitario sobre unas jornadas a las que queremos que asista bastante público, la presentación en tiempo y forma de una solicitud de subvención, son ejemplos de cuestiones que, si otros no han podido o no han sabido asumirlas, debe hacerlo el presidente. Por eso es tan importante profesionalizar una parte de las tareas de la asociación. Se debe tener en cuenta que la actividad genera actividad; y al contrario, la poca actividad nos irá llevando poco a poco a la desaparición de la escena pública.

Capacidad de observación. Es muy importante saber observar a las personas y saber interpretar acertadamente esa observación. De las personas con las que hemos de trabajar en la propia junta directiva y de aquellas con las que hemos de tratar y negociar. Esto nos ayudará a situar a cada uno en su lugar y a ser eficaces en la consecución de nuestros objetivos, que no deben ser otros que los de la propia organización. En las asociaciones, casi nunca existe la posibilidad de elegir a las personas con las que se ha de colaborar. Pero una atinada observación nos permitirá no dar alas en la organización a elementos adversos que pueden terminar por dinamitarla.

Ingenio para diseñar propuestas imaginativas. Entre las labores de un dirigente se encuentra la de detectar, en su ámbito de actuación, aquellas cuestiones que puedan ser mejoradas o que puedan estar incidiendo negativamente en la sociedad, siempre en relación con los fines propios de la asociación. Es necesario estudiar, analizar y formar un criterio de actuación sobre estas incidencias negativas. No se trata de reivindicar por reivindicar, ni de hacer propuestas peregrinas y ocurrentes que pueden resultar contrarias a los fines que perseguimos. Pero tampoco es lícito perdurar, apoltronados, en nuestro estatus de dirigentes rehuyendo el enfrentamiento a propósito de actuaciones políticas o de otras organizaciones sociales que van en contra de los fines perseguidos por nuestra organización.

No basta con las buenas intenciones.

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