Mi experiencia en la junta directiva
Casi todas las propuestas de los recién llegados a la junta eran atendidas con cierto escepticismo de veterano

Como ya ha quedado manifiesto en otro lugar, no fue la junta directiva de la asociación de padres del colegio lo que nos atrajera a Mercedes y a mí, sino la escuela de padres. Nuestra integración en esta junta directiva fue sobrevenida, precisamente, por estar llevando la escuela de padres. Mucho menos nos sentimos cómodos en ella después de encontrarnos con la realidad.

El presidente y el resto de cargos llevaban varios años ejerciéndolos y habían fraguado una buena amistad. Naturalmente, esto no es negativo en sí mismo pero producía la consecuencia malévola de que los matrimonios recién llegados a la junta, como es lógico, no formaban parte del círculo amistoso. Estos últimos tenían la sensación de que los temas propios de la asociación se barajaban antes de la reunión de la junta. Y lo que tenía aún mayor trascendencia, cualquier propuesta era escuchada con cierto escepticismo de veterano.

Las reuniones se producían regularmente todos los meses, pero nunca quedó del todo claro si los estatutos se cumplían con rigor. Cuando alguien los pidió, más que por cualquier otro motivo, por curiosidad, se alarmaron de tal modo que no simularon su enfado.

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