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Los padres interesados en la educación de sus hijos deben colaborar estrechamente con su tutor y conocer, dialogar e incluso coordinar acciones educativas con los demás padres del aula.

 

 

 

Mi verdad sobre los consejos escolares

Soy consciente de que no es políticamente correcto exponer en público criterios o puntos de vista que pongan en entredicho los consejos escolares. Y es que éstos surgieron como un elemento democratizador de la escuela, lo cual puede parecer saludable a primera vista. Sin embargo, la realidad es bien distinta.

 

No sería posible hacer aquí un análisis exhaustivo de la cuestión. Ahora bien, desde la visión de los padres, y manifestándome exclusivamente como padre, no me duelen prendas en afirmar que la democratización de la escuela a través de este instrumento es una falacia. Digo “sólo como padre” porque en estas lides suele haber personas ejercitando la representación de los padres pero relacionados profesionalmente con el mundo de la docencia o con algún tipo de actividad política. Y digo “falacia democrática” no porque reivindique la paridad con otros sectores, sino porque nos encontramos en desventaja ante tanto legalismo, ante tanto trabajo incompatible con la actividad profesional, ante tantos intereses de carácter laboral, profesional o político de los diferentes sectores representados en los consejos escolares. Pero sobre todo, es una falacia porque los padres no quieren participar, tampoco, en los consejos escolares.

La participación de los padres en los consejos escolares no está relacionada, en principio, con el amor que profesamos a nuestros hijos. Quienes lo hacemos estamos motivados más bien por causas sobrevenidas y, una vez que formamos parte de ellos, por una cuestión de responsabilidad. El lector puede entender fácilmente que los padres interesados en la educación de sus hijos deben colaborar estrechamente con su tutor y conocer, dialogar e incluso coordinar acciones educativas con los demás padres del aula.

       
Los consejos escolares, una falacia democrática      

Los puestos asignados a las distintas organizaciones de padres en los consejos autonómicos y del Estado se adjudicaron a boleo y da lo mismo que hayan incrementado o disminuido los socios a los que representan. Una política similar se sigue para adjudicar subvenciones, pero esta es otra historia.

     
       

Si hubiera un verdadero interés para que los padres participaran, se articularían medidas que facilitaran esa participación. Pero uno tiene la sensación de que esta actividad sólo es motivadora para aquellos que tienen un interés ideológico – político. Con frecuencia, el sentimiento que me han trasmitido los padres es el de ser utilizados.

Esta utilización es mucho más palpable en los consejos autonómicos o del Estado. Administraciones, sindicatos, patronales, personalidades de reconocido prestigio, todos con independencia de su inclinación política, procuran mantenerse al tanto de su relación con los padres y con las organizaciones a las que éstos representan. Es cierto que a veces los intereses se entremezclan y, en todo caso, estas circunstancias entran dentro del juego político de la cuestión. Pero es eso: político, no educativo.

Sin embargo, el engaño llega a su plenitud cuando contemplamos el asunto de la representatividad en los consejos autonómicos y del Estado. Pocos ciudadanos, y muchos menos padres, saben que ésta no se renueva temporalmente, como ocurre con cualquier elección democrática. Los puestos asignados a las distintas organizaciones de padres se adjudicaron a boleo y da lo mismo que hayan incrementado o disminuido los socios a los que representan. Una política similar se sigue para adjudicar subvenciones, pero esta es otra historia. Hay comunidades autónomas que han aplicado alguna insignificante diferencia.

Participar promoviendo el encuentro de la comunidad educativa es algo bien distinto de un consejo escolar. Hay mucho más, algunos elementos son positivos, pocos desde la perspectiva de los padres; otros, inconfesables. Las actitudes hipócritas están reñidas con la paz y con la educación, aunque no con la democracia.

 

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